La esencia del coaching
Le debo a John Whitmore de Performance Consultants
mis inicios en coaching hace ya varios años. Whitmore se formó como coach de manos de
Timothy Gallway, quien desarrolló el concepto de juego interior que está en la base del coaching, y es uno de los grandes
avances en el entrenamiento deportivo y profesional. Ambos fundaron Inner Game Ltd
y transfirieron a los negocios sus fértiles experiencias en los deportes.
Al coaching llegué vía la programación neurolingüística, PNL, esa tecnología de la
excelencia y el cambio que ha nutrido mucho de los avances en diversos campos en las últimas décadas, y me ha despertado el
interés por tantos campos conexos que enriquecen y amplían los horizontes de forma ilimitada.
La función central del coaching es facilitar el desarrollo y el logro de sus objetivos
a quien lo recibe, el asistido. En palabras de Whitmore, Gallway enseña que “si un coach ayuda al jugador (el asistido,
AJ), a eliminar o reducir los obstáculos internos a su desempeño, emergerá una inesperada capacidad natural, sin que haya
necesidad de brindarle muchos aportes técnicos”.
El juego interior, la estrategia desarrollada
por Timothy Gallway que da al coaching uno de sus más poderoso recursos, se orienta a desafiar y superar a uno mismo. Como
explica Gallway: “El oponente que está dentro de tu propia cabeza es más formidable que el que está al otro lado de
la red”.
De ahí que podamos definir al coaching como una estrategia de asistencia mediante
la cual el coach facilita a sus asistidos enfrentar sus propias limitaciones, desafiarse, conocer sus obstáculos internos,
sus limitaciones; establecer un programa propio para superar esos obstáculos, comprometerse y asumir su propia responsabilidad en sus avances y estancamientos; ayudarles a encontrar su propio camino hacia el
éxito y darles apoyo en los previsibles decaimientos, dudas, desánimos, etc.
La definición de Whitmore así lo aclara: “el coaching consiste en desbloquear
el potencial de la persona para maximizar su desempeño. Consiste en ayudarle a aprender, más que en enseñarle”.
El enfoque del coaching es perspicaz: asume que el potencial de la persona está bloqueado
en su interior. ¿Qué lo bloquea? Percepciones equivocadas, prejuicios, rutinas deficientes, malas prácticas, desconfianza
en su propia capacidad, diálogo interior crítico y desvalorizante, experiencias traumáticas no superadas, etc.
Es ese “enemigo interior” operando dentro de nuestra mente y nuestro cuerpo
quien realmente nos desafía y nos limita. Desde esa perspectiva, la competencia externa es un aliado más que una amenaza,
una ayuda valiosa más que un perjuicio: el verdadero enemigo, como en aquella caricatura norteamericana en que alguien reportaba
haberlo descubierto, somos nosotros mismos.
Así, Tim Gallway expresó que “nuestro oponente en el tennis es en realidad nuestro
amigo si hace que nos esforcemos más y corramos”. Nuestro oponente es nuestro amigo cuando nos ayuda a mejorar nuestro
juego.
El coach tiene la tarea central de llevar al asesorado a aceptar su responsabilidad
personal en su desarrollo y su éxito. Whitmore define esa tarea como la piedra angular del coaching.
Es por medio de la responsabilidad personal que una persona puede asumir el desafío
de enfrentar sus propios miedos, bloqueos y autosabotajes. Cuando alguien se responsabiliza de sus propias acciones y resultados,
surge tanto una nueva motivación como una nueva conciencia.
Hill Foster y Karen R. Seeker en Coaching for Peak Employee Performance señalan que “los coaches
necesitan solo enfocarse sobre el monitoreo y el mejoramiento de las conductas individuales en el trabajo.” El coaching
es una herramienta de aprendizaje organizacional. Sobre ese aprendizaje continuo, se planifica, se asesora y se evalúa al
participante, con claras medidas de resultados que se monitorean de forma sistemática.
Paul J. Jerome, por su parte, en Coaching Through Effective Feedback, nos plantea
cuatro áreas en que los coaches intervienen asistiendo a sus asesorados:
- Ayudan
a establecer metas, objetivos y prioridades
- Observan
las conductas y el desempeño
- Proporcionan
feedback inmediato
- Reconocen
el desempeño superior
La relación coach/participante es intensa, personal, involucrante y muy especial. El coach tiene que manejarla con
suma delicadeza y pulcritud. Su meta es guíar y desarrollar al participante y eso requiere lograr su confianza, su estima
y su fe en la calidad personal del coach tanto como en el proceso.
En Coaching for performance,
texto que es la base del entrenamiento en coaching que ofrece John Whitmore y que recibí, éste escribe: “Tanto la responsabilidad
como la automotivación surgen de dentro, y no se pueden imponer ni forzar desde fuera. El coaching es el medio para generarlas,
pero, a pesar de lo importantes que son, se necesita un elemento más para fijar los cimientos del coaching para el desempeño.
Este otro elemento clave es la CONCIENCIA, que resulta de la atención focalizada, la concentración y la claridad”.
La esencia del coaching es, precisamente, desarrollar en el asistido estos tres elementos:
responsabilidad por su propio desempeño, automotivación y conciencia de sus sus recursos, sus bloqueos, deficiencias y sus
avances y logros, en una espiral de crecimiento continuo.
Eso implica que el coach debe eximirse de decir al asistido qué tiene que hacer y
decirle lo que él ve, porque de ese modo le impide la responsabilidad y le niega la conciencia. Cuando un coach o un gerente
dicen “cómo lograr el resultado” en vez de ayudar a fijar el resultado a lograr y hacer que el asistido explore
sus opciones y asuma la más conveniente, aún obtengan resultados aceptables, están limitando el desarrollo de sus asistidos.
En coaching el mejor modo de desarrollar y mantener el estado mental ideal para el
desempeño consiste en crear continuamente conciencia y responsabilidad mediante la práctica diaria y el proceso de adquisición
de habilidades.
Conciencia, responsabilidad y automotivación son todos conceptos mentales, expresan
determinadas conductas que se tipifican con estos conceptos y que son todas ampliamente apreciadas y deseadas por los seres
humanos.
La estrategia del coach se funda en una antigua tradición: la mayéustica socrática.
Como sabemos, la forma más efectiva y poderosa de activación mental es el preguntar.
Las preguntas despiertan y ponen a funcionar el cerebro. También orientan la actividad mental. Y son las preguntas las que
utiliza el coach para controlar y dirigir la actividad mental de sus asistidos orientándolos eficazmente a que busquen y encuentren
sus propias respuestas y se comprometan con ellas.
Whitmore es taxativo en esto: “Es la pregunta la que concentra la atención y
acrecienta la conciencia; no la orden, mucho más limitada… la conciencia y la responsabilidad se fortifican mejor haciendo
preguntas que dando indicaciones”. Y establece claramente la técnica al declarar: “la forma primordial de la interacción
verbal de un buen entrenador es la interrogativa”.
Ahora bien, eso requiere dominar los tipos más efectivos de preguntas, el saber dar
retroalimentación (feedback) y conducir la relación de una manera apropiada para la persona a la que se brinda asistencia,
y esas son habilidades que hay que aprender, practicar y dominar superando uno mismo como aprendiz de coach sus propias limitaciones,
autobloqueos y prácticas deficientes.
Así el papel de coach no es solucionar problemas, enseñar, aconsejar, instruir o ser
un experto; por el contrario es un amplificador, un facilitador, un asesor y un elevador de la conciencia de su asistido.
La PNL es quizás la disciplina que más aporta al coaching tanto desde sus presupuestos
como de sus recursos. Precisamente el metamodelo, una estrategia de interrogación que facilita completar la información faltante
en una expresión, ayuda a cobrar conciencia de las trampas en las que caemos al expresarnos sobre una situación.
El coaching se asume a sí mismo como el estilo o la herramienta gerencial esencial
para optimizar el potencial y el desempeño de las personas. El desempeño se explica como ir más allá de lo que se espera:
“es establecer para uno mismo las normas más altas, que invariablemente exceden lo que otros piden o esperan, y expresan
el propio potencial” (Whitmore).
Descubrir su contraparte interna en el juego, aceptar y asumir el desafío y empeñarse
cada día en superar sus propias marcas en la tarea que el coach debe facilitar que su asistido cumpla; evitar enseñar, instruir
o dirigir, amplificar el nivel de conciencia de su asistido, estimularlo, trabajarlo desde su propio plano y ayudarlo a comprometerse
con sus propias metas es la tarea del coaching.
Lograr mayor compromiso, conciencia y motivación en las personas: ésa es la esencia
del coaching.